¡Nos vamos a coger café!
Frente a la idea de escribir sobre un trabajo raro no se me ocurre o se me pasa por la cabeza alguno que llegue a tener tal consideración, pero si conozco uno que a mi parecer la mayoría de mis compañeros no conoce y nunca han pensado como será un día laboral cogiendo café. Primero que todo es importante contar que crecí en una finca cafetera y que es el sustento de la mayoría de mi familia tanto por mamá como por mi papá, y que el campo es una labor muy agradecida y de admirar.
Todo el año las labores de mi familia giran entorno a la cosecha de café de fin de año, la plateada, es decir quitar toda la maleza de alrededor de la raíz para seguidamente abonar con los fertilizantes necesarios para su crecimiento, soquear las plantas ya viejas y crezcan nuevas en fin son muchos los trabajos que se realizan a lo largo del año para llegar a la tan anhelada cosecha que inicia con unas hermosas flores blancas que cubren cada rama de la raíz a la copa, pareciera de lejos como si estuviera nevando y las plantas estuvieran cubiertas de nieve y con un delicioso aroma dulce que atrae a cantidad de abejas que aportan a lo largo de los cafetales un zumbido que solo se oye una vez al año.
Desde el mes septiembre inicia tan mencionada labor y también la gran búsqueda del personal que recolectara el tan preciado grano, pues en la actualidad en la zona la mayoría de jóvenes ya no se dedican a las labores del campo, llegando los obreros de los diferentes municipios cercanos como Onzaga, San Joaquín, Mogotes y algo muy curioso el año pasado la mayoría de los empleados fueron paisas. Es justamente como se alistan los alojamientos pues alrededor de treinta obreros son quienes se quedan diariamente en la finca.
El día laboral inicia más o menos a las cinco o seis de la mañana todos con un tinto se marchan a los cafetales con la catabra y los costales a la recolección, es curioso ver ese ambiente de competencia de quien recolecta más café y por supuesto así ganar más, mientras que los cafetales se convierten en el escenario de cuentos, chistes, cantos y risas pues en el trabajo también hay campo para la diversión y el entretenimiento que esta a cargo de ellos mismos, es decir, no hay espacio para pensar en el aburrimiento. Cuando es más o menos las 8:00 a.m se dirigen a la casa de la finca a desayunar caldo con arepa y huevo y agua de panela y seguidamente se marchan a su labor, que consiste en recolectar esos granos maduros rojos o amarillos que dan un matiz que motivan al trabajo y dejan una mancha café en las manos de quien se encarga a desentrañarla de su habitad y un olor a dulce de panela que antoja y embriaga. Cuando son las doce se cargan sus costales al beneficiadero y pesan su recolección; almuerzan y casi ni descansan pues para ellos todo es carrera tienen la preocupación de llegar nuevamente y recolectar lo máximo que puedan hasta las seis o cinco según el atardecer, es de admirar que llegan a recolectar hasta 30 o 35 arrobas, es decir casi 500 kilos diarios, el pago es de $3000 pesos la arroba, el kilo a 250 pesos en fin su día laboral es de $125.000 pesos.
Cuando llegan y finaliza su día laboral la casa se convierte en un casino juegan domino, parques, póker etc. Donde en apuestas pueden ganar o perder un dinerito extra. Esta historia se repite alrededor de tres meses y sin contar con el trabajo que lleva despulpar el café en esas grandes maquinas y posteriormente secar el café ya sea por el sistema manual o mecánico y vender el café a la Federación de cafeteros. Como pueden percibir no es una labor rara pero si merece su reconocimiento.