"El hombre puede triunfar en cualquier cosa
Para la que tenga un entusiasmo ilimitado."
Charles Schwab
Pateando una lata, una lata sonora y hueca que hace eco hasta el final de la calle, con un calor insoportable que pega la ropa a la piel y con un llanto que estremece a cualquiera se encontraba mi pequeño hermano. Recuerdo que eran las once de la mañana y estábamos en pleno centro de Bucaramanga y era para mi y por lo visto también para mi hermano una mañana infernal que se resumía en un sol abrazador, desmontes de basura en cada esquina, almacenes de ropa, vendedores con la mercancía sobre plásticos negros, tendidos en el piso, venta de películas y CD’s de música; hombres y mujeres con rostros surrealistas; caras de piel grumosa y quemada por el sol, piercing en la nariz; señoras en tacones y minifaldas que roban miradas y piropos por doquier, señoritas de mal gusto con su barriga al aire, la espalda descubierta. Voces roncas. Voces estruendosas animaban la mañana.
Tanto es el estupor del cotidiano ambiente que deseo algo que calme a mi hermano, lo libere, pero no, sigue ese el sonido hueco de la lata que con el son del mejor acorde acompaña el llanto de mi pequeña compañía y me recuerda a cada paso ese ambiente abrumador de esa mañana infernal. La primera vista que tenemos y opción que se presenta como solución son las típicas ventas de empanadas, naranjadas, limonadas que podría ser la rápida solución a la situación, pero que desafortunadamente no son de buen gusto para mi pequeño hermano mmm… ¡no sé qué, es eso que lo logre! El calor, el ruido no me deja pensar en ese que, ¡voila! Y como un gran genio de Aladino que concede deseos choca con la mirada un helado gigante en un gran anuncio publicitario al final de la calle y al final del eco de la lata sonora y hueca que deja un silencio magistral que nos permite deleitar el arcoíris de colores, esos colores rojo, amarillo, naranja que adornan el anuncio y que pareciera un oasis en pleno desierto, tanto que mi hermano olvida patear de nuevo la lata, detiene el llanto y con una mirada me traslada a la infancia, me invita a vivir la experiencia única e incomparable de comer un delicioso y refrescante helado.
Es así que decido conocer el maravilloso mundo de los helados, de esos deliciosos helados que refrescan, deleitan a cualquiera que quiera revivir la infancia o no sé disfrutar de lo simple y grandioso de la vida que no tiene explicación, como ocurrió con mi pequeño hermano que tras un ambiente abrumador y sin salida se libera ante la presencia de un simple pero grandiosos helado.
Al llegar el saludo de entusiasmo y risas nos contagian, la verdad contagian al más desanimado y acongojado y es así que nos sumergimos en lo fantástico de la realidad ¡Y CÓMO ESTAN LAS NIÑAS! … Es así como nos llaman, lo fantástico esta allí en un helado que traslada a la infancia con su humor particular de dulce y azúcar y por qué no también de los recuerdos que trae como una salida en la tarde al parque con la familia, con los amigos o la recompensa tras un logro alcanzado, la solución a un llanto insoportable en fin todos los recuerdos que estoy segura trae a cualquiera son buenos y agradables que no se discuten al traer al presente.
Todos allí son radiantes, viven en armonía al compas de la emisora matutina compañía de las trabajadoras, y que a ritmo de las pequeñas hormigas desempeñan su labor, unas se encargan de los tan conocidos conos de galleta con la deliciosa crema que puede estar cubierta de chocolate o hay también los cubiertos en maní con coco, en dulce de mora y todo aquello que hace que nuestro paladar se deleite, otra se encarga de los sándwich de galleta con crema o también esta la señora de los helados en vasito o si prefiere y es más glotón en litro y no puede faltar las paletas de mango biche o las rellenas de arequipe o de fresa que en particular son las que más me gustan, o para variar el típico pocicle que todos los niños de la escuela con una monedas compran al salir de clase y dejan una particular sonrisa marcada de colores amarillo, naranja, verde y rojo… que contagian a sonreír y que es lo fantástico de los helados que de algo tan cotidiano y simple nos evoca a otro mundo que nos traslada a recuerdos amenos y gratos que causa ese niño que podemos ser.
Para comprobar lo fantástico solo es necesario ver los rostros de quien come un helado para comprobar la felicidad que aguarda un sabor, un color y traer los más grandes momentos al presente. Y estoy segura que todos a la pregunta ¿Qué quiere ser cuando grande? Contestarían sin dudarlo un niño, pues allí encuentra y guarda los secretos de la vida que solo sabe escuchar el corazón.
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