Debido a la importancia de la lectura en la formación del ser humano nace la necesidad de conocer cómo se aprende a leer en la escuela desde la perspectiva social y el Ministerio de educación Nacional. Es evidente, que en nuestro medio existen problemáticas que no favorecen el pleno desarrollo de esta facultad en los niños, como lo anuncia el psicólogo Bruno Bettelheim y Karen Zelan quienes ofrecen orientaciones pedagógicas dirigidas al mejoramiento de ciertas incapacidades que interrumpen dicho proceso de la palabra escrita.
Siendo en la infancia leer lo mismo que soñar, que visitar otros mundos que sentimos que nos esperan en nuestro futuro; saciando nuestras ganas de vivir deseando ser el protagonista de muchas aventuras como se fundamenta esos primeros pasos hacia nuestra formación lectora, donde es primordial la educación que recibimos de nuestros padres y familiares cercanos, sin embargo, en la mayoría de los casos no se recibe la mejor instrucción o en los peores casos no se orienta en nada; relegando el papel formativo a la escuela, Bettelheim propone que la escuela debe actuar frente las influencias negativas del hogar con la actitud critica de los estudiantes y la interpretación del maestro a los errores no como una simple incapacidad de descifrar sino como fruto de un sentimiento subyacente importante para el niño permitiendo en él una reacción favorable, es decir, despertando cierto interés por la lectura.
Ya cuando el niño accede a una instrucción, ciertamente dicho a la escuela, es allí donde se enfrenta a un mundo desconocido que va más allá de la simple relación con sus padres. Esta instrucción busca potenciarlo como persona educando su mente y sus sensibilidades. El ministerio frente esto propone que la calidad pedagógica en las aulas colombianas depende, en gran medida, de la selección que se realice en cuanto a conceptos clave, enfoques y orientaciones pertinentes para el desarrollo del lenguaje, más que de la definición, al detalle, de una programación curricular rígida. Es decir, resulta más relevante la posición crítica y analítica del docente frente al trabajo del aula, que el seguimiento de un programa definido sin contar con su participación en la elaboración del mismo; y esto sólo se logra fortaleciendo los espacios de reflexión permanente e investigación sobre la labor docente. Esto tiene una gran contradicción por que así como lo anuncia Bettelheim no existe la total sinceridad entre la relación del niño con el maestro y con el sistema educativo al no seleccionar las orientaciones pertinentes en este caso de los libros de texto que no conducen a una lectura critica al no corresponder con los intereses educativos de los estudiantes, es decir, no muestran las experiencias y pensamientos de los propios niños permitiendo a su vez, leer por el hecho de leer como proceso formal o fin en sí mismo que deja a un lado la lectura por interés.
Todo lo anterior conlleva a que los niños sientan fastidio a leer pendiéndose de la experiencia de ver la lectura no como el conocimiento de la utilidad práctica, sino la firme creencia de que saber leer abrirá ante él un mundo de experiencias maravillosas, despojándose de su ignorancia, comprendiendo el mundo siendo dueño de su destino.